Latinoamérica, un sueño cumplido
Latinoamérica, un sueño cumplido
Patricia Colino
Publicado Cinco Dias, 12.09.05
Compañías españolas aseguran que la apuesta ha sido una historia de éxito. Pese a los riesgos asumidos, las inversiones han dado a las empresas españolas la dimensión y el peso que hoy tienen en el mundo. Tras más de una década de presencia en Latinoamérica, Agbar ha decidido desprenderse 'ordenadamente' de sus inversiones en la región, con excepción de Chile. La falta de masa crítica que permita rentabilizar algunas inversiones y, en el caso de Argentina, las fricciones con el Ejecutivo local en torno a las tarifas han llevado al grupo a reconsiderar su estrategia. Sin embargo, para la mayoría de las empresas españolas que apostaron por Latinoamérica, el balance es bastante positivo.
'Sin Latinoamérica el Santander no sería lo que es hoy'. La frase es de Emilio Botín, pero la suscribirían muchos de los presidentes de las mayores compañías españolas con presencia en la región. Estas palabras resumen bien el significado de la apuesta española por Latinoamérica, una región a la que nos unen vínculos históricos y culturales que han encontrado un nuevo y definitivo anclaje en lo económico. La cifra total de inversiones, 120.000 millones de dólares (algo así como el 20% del PIB español), da idea de la magnitud de este compromiso económico, fraguado precisamente en los 15 años en los que se ha ido consolidando la transición hacia la democracia en estos países.
Pese a lo que implicaba de riesgo, las compañías españolas supieron ver a principios de los noventa que el nuevo continente les ofrecía la oportunidad histórica de adquirir la dimensión global necesaria para competir en la liga de las grandes multinacionales. Sin esa visión estratégica, reafirmada a lo largo de los años incluso en los peores momentos de crisis, Telefónica no sería hoy la tercera compañía de telecomunicaciones del mundo por capitalización, ni el Santander el noveno banco del mundo o el primero de la zona euro, por encima de grandes colosos europeos y norteamericanos. Seguramente tampoco figurarían en el Dow Jones Stoxx Global 1800, en donde seis españolas (Telefónica, Santander, BBVA, Repsol-YPF, Endesa e Iberdrola) se encuentran entre las 250 empresas globales con más valor de mercado. Precisamente las seis compañías que más han invertido en Latinoamérica y de las que depende nada menos que el 60% del Ibex 35. 'Seríamos, como mucho, algo más que Portugal Telecom y las empresas europeas nos habrían pasado por encima', reconocen fuentes de Telefónica.
Los analistas que han estudiado la globalización de la economía española concluyen que la inversión en Latinoamérica no sólo ha permitido cumplir el sueño de convertir en multinacionales a un grupo de compañías que empezaban a vivir con complejos sin el paraguas del sector público. Cruzar el Atlántico ha sido, además, clave para la espectacular transformación de la economía española, junto a la disciplina fiscal y la integración en la Unión Europea.
El desafío era enorme y ejecutarlo nunca estuvo exento de riesgos. España (segundo inversor en Latinoamérica, por detrás de EE UU), sufre si sufre la economía latinoamericana. Los economistas calculan que la crisis argentina (1999-2002) tuvo un impacto de ocho décimas en el PIB español y no hay más que seguir la evolución del Ibex para constatar que tanto las buenas como las malas noticias en la región cotizan en la Bolsa española.
Incluso ahora, cuando por primera vez en 40 años Latinoamérica crece dos años seguidos de manera sincronizada, la volatilidad no está descartada. Fuentes de las empresas asumen que las rentabilidades no son aún ni mucho menos acordes con las inversiones realizadas y que queda mucho para lograr un entorno regulatorio estable y plena seguridad jurídica, sin la sombra acechante de la corrupción, auténtica lacra para que la región encauce al fin su postergado despegue.
Aunque las crisis hicieron mella en las cuentas de resultados y exigieron durante durante algún tiempo fuertes aportaciones, son las propias empresas las más satisfechas de su apuesta y las más confiadas en lo que está por venir. Un futuro en el que no hay que perder de vista las posibilidades que ofrece la privilegiada relación comercial de Latinoamérica con China.
Consistencia, vocación de permanencia y visión a largo plazo son los tres conceptos que utilizan para explicar el carácter de sus inversiones que 'siempre dan sus frutos si se realizan con estos criterios', comentan en Endesa. Cuando vinieron mal dadas, las compañías españolas resistieron la presión de sus accionistas, que pedían a gritos echar el cerrojo al negocio en Argentina, convertido en un pozo sin fondo. 'No fue fácil quedarse cuando los demás se iban. Cuando alguien cerraba en Argentina la acción subía', recuerdan en Telefónica.
Mientras grandes multinacionales norteamericanas y europeas abandonaban el terreno, las españolas aguantaron el tirón, sobrevivieron y aprendieron de una experiencia que forjó quizá a los mejores equipos en gestión de riesgo latinoamericano del mundo.
Llegaron hace tres lustros a la región al amparo de los procesos de privatización y de las oportunidades que ofrecían unos mercados potencialmente enormes que iniciaban su transformación. Estuvieron donde tenían que estar en el momento justo y lideraron pronto el mercado en sectores clave para el desarrollo económico como las telecomunicaciones, el sistema financiero, energía y aguas.
Quince años después y pese a quienes alientan el descontento social aduciendo la escasa repercusión de las privatizaciones en la reducción de la pobreza, las empresas españolas se sienten y son poco a poco percibidas como un negocio local. 'No estamos en México como una empresa foránea más, nos consideramos una empresa mexicana comprometida con el desarrollo del país', subrayaba recientemente el presidente de Iberdrola, Íñigo de Oriol. Otra frase que también suscribirían en otras empresas. Aunque con un objetivo empresarial, el efecto con el desarrollo de aquellos países se revela en muchos indicadores sociales y económicos. 'Cuando llegamos a São Paulo, la cuota de instalación de una línea telefónica costaba 2.000 dólares y se tardaban dos o dos años y medio en conseguirla. Ahora cuesta 15 dólares y se instala en menos de dos semanas', aseguran en Telefónica. Ejemplos similares se encuentran en otros servicios básicos prestados por compañías españolas.
Y es que a nadie como a ellas les interesa la prosperidad económica y el desarrollo de las clases medias latinoamericanas. Esa será la base de la rentabilidad futura y la recompensa por el riesgo asumido y el dinero invertido en los últimos años. Las empresas españolas han aportado durante mucho tiempo financiación externa a economías estranguladas por la deuda. 'Pudimos traer más dinero a España, pero dejamos mucho allí porque a largo plazo nos resultaba más rentable', señalan en una gran compañía.
Las inversiones entran ahora en fase de maduración y las empresas creen llegado el momento de empezar a obtener mayores retornos que los obtenidos hasta la fecha. Quizá los utilicen para afrontar el desafío europeo. Y es que, sin Latinoamérica, Europa seguiría siendo un sueño imposible.
'Sin Latinoamérica el Santander no sería lo que es hoy'. La frase es de Emilio Botín, pero la suscribirían muchos de los presidentes de las mayores compañías españolas con presencia en la región. Estas palabras resumen bien el significado de la apuesta española por Latinoamérica, una región a la que nos unen vínculos históricos y culturales que han encontrado un nuevo y definitivo anclaje en lo económico. La cifra total de inversiones, 120.000 millones de dólares (algo así como el 20% del PIB español), da idea de la magnitud de este compromiso económico, fraguado precisamente en los 15 años en los que se ha ido consolidando la transición hacia la democracia en estos países.
Pese a lo que implicaba de riesgo, las compañías españolas supieron ver a principios de los noventa que el nuevo continente les ofrecía la oportunidad histórica de adquirir la dimensión global necesaria para competir en la liga de las grandes multinacionales. Sin esa visión estratégica, reafirmada a lo largo de los años incluso en los peores momentos de crisis, Telefónica no sería hoy la tercera compañía de telecomunicaciones del mundo por capitalización, ni el Santander el noveno banco del mundo o el primero de la zona euro, por encima de grandes colosos europeos y norteamericanos. Seguramente tampoco figurarían en el Dow Jones Stoxx Global 1800, en donde seis españolas (Telefónica, Santander, BBVA, Repsol-YPF, Endesa e Iberdrola) se encuentran entre las 250 empresas globales con más valor de mercado. Precisamente las seis compañías que más han invertido en Latinoamérica y de las que depende nada menos que el 60% del Ibex 35. 'Seríamos, como mucho, algo más que Portugal Telecom y las empresas europeas nos habrían pasado por encima', reconocen fuentes de Telefónica.
Los analistas que han estudiado la globalización de la economía española concluyen que la inversión en Latinoamérica no sólo ha permitido cumplir el sueño de convertir en multinacionales a un grupo de compañías que empezaban a vivir con complejos sin el paraguas del sector público. Cruzar el Atlántico ha sido, además, clave para la espectacular transformación de la economía española, junto a la disciplina fiscal y la integración en la Unión Europea.
El desafío era enorme y ejecutarlo nunca estuvo exento de riesgos. España (segundo inversor en Latinoamérica, por detrás de EE UU), sufre si sufre la economía latinoamericana. Los economistas calculan que la crisis argentina (1999-2002) tuvo un impacto de ocho décimas en el PIB español y no hay más que seguir la evolución del Ibex para constatar que tanto las buenas como las malas noticias en la región cotizan en la Bolsa española.
Incluso ahora, cuando por primera vez en 40 años Latinoamérica crece dos años seguidos de manera sincronizada, la volatilidad no está descartada. Fuentes de las empresas asumen que las rentabilidades no son aún ni mucho menos acordes con las inversiones realizadas y que queda mucho para lograr un entorno regulatorio estable y plena seguridad jurídica, sin la sombra acechante de la corrupción, auténtica lacra para que la región encauce al fin su postergado despegue.
Aunque las crisis hicieron mella en las cuentas de resultados y exigieron durante durante algún tiempo fuertes aportaciones, son las propias empresas las más satisfechas de su apuesta y las más confiadas en lo que está por venir. Un futuro en el que no hay que perder de vista las posibilidades que ofrece la privilegiada relación comercial de Latinoamérica con China.
Consistencia, vocación de permanencia y visión a largo plazo son los tres conceptos que utilizan para explicar el carácter de sus inversiones que 'siempre dan sus frutos si se realizan con estos criterios', comentan en Endesa. Cuando vinieron mal dadas, las compañías españolas resistieron la presión de sus accionistas, que pedían a gritos echar el cerrojo al negocio en Argentina, convertido en un pozo sin fondo. 'No fue fácil quedarse cuando los demás se iban. Cuando alguien cerraba en Argentina la acción subía', recuerdan en Telefónica.
Mientras grandes multinacionales norteamericanas y europeas abandonaban el terreno, las españolas aguantaron el tirón, sobrevivieron y aprendieron de una experiencia que forjó quizá a los mejores equipos en gestión de riesgo latinoamericano del mundo.
Llegaron hace tres lustros a la región al amparo de los procesos de privatización y de las oportunidades que ofrecían unos mercados potencialmente enormes que iniciaban su transformación. Estuvieron donde tenían que estar en el momento justo y lideraron pronto el mercado en sectores clave para el desarrollo económico como las telecomunicaciones, el sistema financiero, energía y aguas.
Quince años después y pese a quienes alientan el descontento social aduciendo la escasa repercusión de las privatizaciones en la reducción de la pobreza, las empresas españolas se sienten y son poco a poco percibidas como un negocio local. 'No estamos en México como una empresa foránea más, nos consideramos una empresa mexicana comprometida con el desarrollo del país', subrayaba recientemente el presidente de Iberdrola, Íñigo de Oriol. Otra frase que también suscribirían en otras empresas. Aunque con un objetivo empresarial, el efecto con el desarrollo de aquellos países se revela en muchos indicadores sociales y económicos. 'Cuando llegamos a São Paulo, la cuota de instalación de una línea telefónica costaba 2.000 dólares y se tardaban dos o dos años y medio en conseguirla. Ahora cuesta 15 dólares y se instala en menos de dos semanas', aseguran en Telefónica. Ejemplos similares se encuentran en otros servicios básicos prestados por compañías españolas.
Y es que a nadie como a ellas les interesa la prosperidad económica y el desarrollo de las clases medias latinoamericanas. Esa será la base de la rentabilidad futura y la recompensa por el riesgo asumido y el dinero invertido en los últimos años. Las empresas españolas han aportado durante mucho tiempo financiación externa a economías estranguladas por la deuda. 'Pudimos traer más dinero a España, pero dejamos mucho allí porque a largo plazo nos resultaba más rentable', señalan en una gran compañía.
Las inversiones entran ahora en fase de maduración y las empresas creen llegado el momento de empezar a obtener mayores retornos que los obtenidos hasta la fecha. Quizá los utilicen para afrontar el desafío europeo. Y es que, sin Latinoamérica, Europa seguiría siendo un sueño imposible.
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